La velada del pasado 29 de abril en la Sala Fernando Arrabal del Matadero de Madrid, se vivió una noche histórica. En uno de los teatros más modernos de la capital española, emplazado en el centro cultural más transversal y “parisino” de todo Madrid, se estrenaba Pingüinas, el primer testamento dramático que entrega Arrabal al gran escenario del mundo…

Arrabal posee un instinto de la estructura espectacular de sus obras, trazándola con tanta brillantez y precisión como si se tratara de un aforismo. El dramaturgo ingrávido sobrevuela su texto como una aparente mariposa borracha y caprichosa que, sin embargo, ejecuta una precisa danza de sus pensamientos e inquietudes, depositándolos sobre el escenario en forma de huevos-palabras.

El Fernando Arrabal de 2015 está tan interesado por el teatro, como por la física cuántica; de antiguo le viene su pasión por el ajedrez y las matemáticas, y a ellas ha ido añadiendo el mundo telemático, los medios de comunicación y hasta las redes sociales, como materiales determinantes en sus últimas obras. Aunque toda esta zambullida en los lenguajes más influyentes del presente, no lo ha apartado de su personal ejercicio de memoria aplicada a la Historia y a la reflexión sobre la obra de los artistas más afines a su universo arrabalesco. Si Picasso y Dalí, o Kafka y Claudel, subieron a los escenarios como parejas antagonistas en sus últimas obras; en Pingüinas le ha llegado el turno a otro de sus escritores más admirados: Miguel de Cervantes, el Sol de las Letras Hispanas, con el que tantas coincidencias encuentra el escritor español nacido hace 82 años en Melilla; (quien, por cierto, no ha llegado a obtener  -de momento- el codiciado Premio Cervantes).

Todos estos ingredientes …  en Pingüinas, su último texto dramático que nace con una vocación de Teatro Total. La obra es una suerte de representación realizada por las enfermas mentales de un hospital siquiátrico, que adoptan los roles de las mujeres más influyentes en la vida de Cervantes: su abuela, su madre, su hermana monja, una de sus sobrinas… Por si el mecanismo dramático de “teatro en el manicomio” no fuera ya suficiente, estas heroínas pingüinas arriban con sus motos a un lejano e indefinido emplazamiento donde “cae el elemento de una cosmonave” con el que ellas pretenden viajar a la luna, siempre que una cadena de televisión financie el viaje, retransmitiéndolo.

Que este coro de mujeres bizarras y aventureras no sólo evoquen la figura de Cervantes (al que se refieren siempre en la obra como Miho), sino que mencionen en su jerga a Heidi, Chewbaccas, Mary Poppins o Dumbo; mezclados con el caballo Clavileño, el Quijote de Avellaneda, o La Gitanilla de las Novelas Ejemplares; sin olvidarse del poeta francés Paul Eluard, de Gala su esposa rusa, o del trío sexual que ambos formaron con el pintor Max Ernst, configuran el estilo ecléctico elegido por el autor para configurar su nueva ceremonia de la confusión sobre las tablas de un escenario.

 

… a nuestro juicio, deviene el mejor momento …: cuando la madre de Cervantes realiza desesperadas gestiones para rescatar a su hijo cautivo en Argel. Arrabal ha vuelto a escribir para Pingüinas su mejor monólogo, Carta de amor, aplicándolo a Leonor de Cortinas, madre de Cervantes, dialogando con su hijo ausente.

LEONOR.- Sueño con volverte a ver libre
y abrazarte…
con besos reventando melancolía
con besos bizarros como el garbo
con besos salpicados de lágrimas e hipos
con besos de sabios zumbidos
con besos reverentes y justos
con besos ministrados por el arrebato
con besos impacientes
con besos graciosos como de niña a niño
con besos torpes pero, ¡tan dulces!
con besos sin freno
con besos de fulgores precisos
con besos enredados en la peripecia.
Nadie nos podrá apremiar cuando nos sintamos amparados y libres.

(Corretea la jaula y tras ella Leonor.)

La actriz Lara Grube sitúa la temperatura emocional…, desgranando las palabras del dramaturgo con la fuerza trágica y poética por las que transita su mejor teatro. … esta pequeña, íntima y bella escena para mover a su Miho, con las artes del Deux ex machina; sino que lo ha arrastrado desnudo por el suelo, encerrado dentro de un flexible miriñaque, que sugiere la cárcel que lo encierra. La sencilla coreografía de ambos personajes, mientras la madre salmodia y el hijo se arrastra por el suelo -huyendo de ella- se convierte en la ejemplificación aislada de lo que resulta una inspirada puesta en escena de teatro arrabaliense.

Pinguinas no es una obra sobre Cervantes, sino sobre los altos sueños creativos del escritor, y sobre su misión social, llámese este Miho, o simplemente Fando. Fernando Arrabal no ha pretendido escribir un docudrama reportajeado sobre la más alta figura de la literatura hispana, sino un autorretrato travestido de Cervantes. Como un ventrílocuo ha transmitido su voz de ser vivo a un gran escritor fallecido, para testimoniar su común condición de demiurgos a las nuevas generaciones y a las venideras.

Pingüinas … resulta una pieza valiente, ambiciosa, y sobre todo reveladora de grandes esperanzas escénicas, para un teatro que se sueña a sí mismo cada vez más grande y con menos límites. Algo de lo que no está sobrado, precisamente, el teatro español de nuestros días.

 

 

 

Juan Antonio VIZCAÍNO

(Profesor Titular de Dramaturgia de la  Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD),

« ADELA ESCARTIN. Mito y rito de una actriz », Editorial Fundamentos,

revista FRONTERA,

HUERTA DEL RETIRO,

Alfonso Armada,

critique de LA RAZON,

Julio José de Faba,

Euskaldino de Peregil, )

 

POST DATA. Antes de comenzar la representación, me había encontrado con Arrabal, oculto en un grupito frente a la entrada del teatro. No llegamos a besarnos ni abrazarnos. Arrabal se dirigió hacia mí, saliendo de la sombra, con toda la delicadeza y fragilidad de una porcelana china. Entrecruzamos nuestros antebrazos, casi sin tocarnos, para mimar con toda prosopopeya la pequeña danza de un par de besos que no nos dimos. A continuación, me dirigí a Luce /Lis/ (su más que nunca dulcinéica esposa) y nos besamos livianamente, como dos mariposas de seda en suave y sentido abrazo. Pero Arrabal es geisha sublime y Confucio serpiente; los lóbulos de su cerebro son himalayas, por cuyas cumbres circulan ríos de mercurio tan apacibles a la vista como profundamente inquietantes. Aunque, por debajo de todo ese personaje, siga fluyendo en sus venas la sangre del escritor vivo español más universal y más grande con el que contamos; y esto es algo que no debería olvidarse tan fácilmente en España.