El triciclo de Arrabal se pasea en los tiempos posmodernos
(Crónica de Elisa Reche « El Dia » 30/10/2015 )
« El Triciclo » de Fernando Arrabal
en el Teatro Circo de Murcia,
bajo la dirección de Gelen Marín
Entro a la Sala Pequeña del Teatro Circo y dos vagabundos, Climando y Apal, tienen que resolver el problema de pagar el último plazo del triciclo con el que se ganan la vida paseando a los niños en el parque. A la salida de la obra de la compañía Art-Efímera, me cruzo con tres pedigüeños de camino a casa. Uno de ellos afirma que se quiere morir y con las mismas me da las buenas noches educadamente tras darle una moneda. De igual forma, el personaje de Mita, otra bella mendiga, se quiere suicidar, para olvidarlo en el momento siguiente.
La pieza teatral El Triciclo de Fernando Arrabal sorprende por la contemporaneidad del texto y la puesta en escena por parte de la joven directora Gelen Marín en su estreno el pasado miércoles. Una obra que Arrabal escribiera con 21 años en 1953 dentro de su primer teatro absurdo-ingenuo antes de trasladarse a vivir a Francia. Pero es una ingenuidad que mata, un absurdo que conmueve, una ligereza que aplasta.
El acierto de esta versión es jugar con el humor y la ingenuidad que rezuman los personajes sin caer en el infantilismo, al tiempo que ponen de relieve temas de una enorme gravedad: la muerte, la lucha por la supervivencia, la marginalidad de los códigos dentro de una sociedad autoritaria, las desigualdades económicas, la pena de muerte, el sentido de la vida.
Esto es, en gran medida, posible por la maestría de los actores Antonio Chumillas, Luis Ferrer, Jesús Lorenzo e Irene Lunas que rápidamente introducen al espectador de pies a cabeza en su mundo lírico, desesperado, crudo y marginal. La cercanía del público a la escena incrementa la intensidad del espectáculo. Por otro lado, eché de menos que se intercalaran más escenas oníricas en las que Mita se envuelve en una tela granate y baila al ritmo de una caja de música.
Los mendigos salen y entran de unas tuberías anchas que consiguen dotar a la escena de verosimilitud y extrañeza y los asemejan a animales que reptan por el suelo, deshumanizándolos. Después de que Apal y Climando asesinen al hombre de los billetes y deban enfrentarse a una casi segura muerte en la cárcel, el viejo de la flauta y Mita se apoderan de la camisa vieja y del valioso triciclo. La vida para ellos sólo tiene relieve en el presente. No hay pasado ni futuro para estos personajes. Ni como tampoco para muchas personas en estos tiempos posmodernos.