JORGE Francisco Isidoro LUIS BORGES  Acevedo
est né précisément  le 14 phalle    de l’an 26 de l’Ère ‘Pataphysique  (24 août  1899,v)  à Buenos Aires, Argentine,
et  il  s’est    occulté le  28 merdre de l’an 113 de l’Ère ‘Pataphysique (14 juin  1986,v) à Genève Suisse;
…quelques semaines avant  son occultation j’ai réalisé avec lui mon septième -et dernier-  long-métrage: « Jorge Luis Borges une vie de poésie » .

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LA SEGUNDA MUERTE DE MI PADRE

(en español y en francés)

Relato inédito y apócrifo de Jorge Luis Borges   escrito  por Fernando Arrabal.

 

 

 

Mi primer recuerdo del escritor africano Fernando Arrabal es muy perspicuo. Lo encuentro en un atardecer del año 63 en un hotel de la calle Sébastien-Bottin de París. Me parece entrever tras él el fondo ilusorio de los espejos de un salón. Recuerdo (pero yo no tengo el derecho a pronunciar este verbo sagrado; sólo Ireneo Funes lo tuvo, pero ha muerto) claramente su voz infantil, pausada, sin los silbidos italianos de ahora ni las brusquedades castellanas. Hablamos de Funes « el memorioso » y me dijo lentamente en mi idioma:

 

– Y a propósito de memoria en su relato « Pierre Menard, autor de El Quijote » usted cita como pieza de la obra visible de este escritor « un artículo técnico sobre la posibilidad de enriquecer el ajedrez eliminando uno de los peones de torre. Menard propone, recomienda, discute y acaba por rechazar esa innovación ». Imaginemos la partida sin el peón « a » (o « h ») de cada uno de los contendientes. La primera jugada sería: 1. TxTa8. Y la segunda: las negras abandonan! ¿Qué ha querido decir? ¿Es un enigma o un error provocado por su memoria?

 

Recordé en el acto que con Bioy Casares, en 1935 habíamos pensado escribir una novela  en primera persona cuyo narrador incurriera en contradicciones que permitirían a un reducidísimo número de lectores la adivinación de una realidad atroz o banal.

 

Iba a responderle cuando apareció el poeta francés Luc Hourcade, que estaba sometido a la menos perspicaz de las pasiones con el patriotismo: el fervor por los clásicos. Nos fue imposible hablar de Menard mientras escuchábamos perversamente repetidas sus diferentes versiones en alejandrino del soneto « Varia memoria que en mil olvidos ».

 

Años después, en abril de 1985, Fernando Arrabal y yo nos encontramos de nuevo, esta vez en Tokio. En cuanto supe que estaba frente a mí quise responder a la pregunta que me había formulado 22 años antes.

Le dije que Pierre Menard fue el primer relato que escribí. El hecho sucedió poco después de que mi padre muriera. A su muerte comprendí que, como Jorge Luis Borges, era dios, era alquimista, era filósofo, era conquistador, era calendario, era mundo… lo cual era una fatigosa manera de decir que no era. Como no conocía un placer más complejo que el pensamiento ni una aventura más apasionante que la de recorrer los meandros de la memoria, a ellos me entregué.

-Pero ¿por qué escribió precisamente « Pierre Menard »?

-Pensé que si imaginamos un plazo infinito, con infinitas variaciones, circunstancias y modificaciones, lo imposible es que no se hubiera escrito por lo menos una vez « Las memorias de ultratumba ». ¿Por qué no « Pierre Menard »?

-¿Su padre era escritor?

-Era sobre todo un excelente ajedrecista que me enseñó a jugar al ajedrez.

Los ciegos, aunque no podemos ver los rostros, escrutamos con tino la respiración y las pausas y hasta sorprendemos el inefable interés que puede despertar una palabra o un soplo. Fernando Arrabal quizás imaginaba que una vez muerto mi maestro de ajedrez (que era accesoriamente mi padre) yo ya podía profanar los tableros, entrar a caballo en las bibliotecas ajedrecísticas y quemar los libros magistrales, temeroso de que las letras encubrieran alabanzas al dios del ajedrez, que es un castillo de ébano.

Le dije que mi padre me había detallado ciertos misterios de la memoria y se había servido de un tablero de ajedrez para explicarme « El enigma de Zenón », también llamado « La paradoja de Aquiles y la tortuga » que permite negar la realidad de la velocidad a causa del punto intermedio.

Mi interlocutor, pensando quizás que la historia es un círculo con bordes de piel de tigre y que nada es que no haya sido ni será, dio por buena mi explicación. A partir de ese instante, nuestra conversación, como un laberinto que se enredaba y desataba infinitamente, bifurcó en varias direcciones, a pesar de que ambos queríamos terminar nuestra conversación sobre la partida heterodoxa de Menard.

He sabido que dos días después, mientras Fernando Arrabal atravesaba el polo Norte de regreso a París, había sentido esa recelosa claridad de la lucidez que irracionalmente también experimenté cuando sobrevolé aquel lugar artificial como un punto cero de la memoria. Pensé en nuestra conversación. Sólo entonces advirtí que no comprendía cuál pudo haber sido el razonamiento, de mi padre para explicar el enigma.

Mi testimonio de la explicación de mi padre, como se lo conté a Fernando Arrabal, fue acaso breve y sin duda pobre, pero no imparcial. Pero… ya no lo puedo contar con sus pormenores esenciales, pues ha desaparecido de mi memoria tras aquella última narración.

Miguel Najdorf` jugó 40 partidas de ajedrez sin ver en una simultánea celebrada en 1942 en Sao Paulo. Ciro, rey de los persas, sabía llamar por su nombre a todos los soldados de sus ejércitos. « Mitrídades rè di Ponto » administraba la justicia en 22 idiomas. Pero sólo Ireneo Funes tuvo una memoria infalible que le dejaba vislumbrar un mundo vertiginoso y banal.

A menudo pensé que la memoria ejerce una tarea interminable e inútil. Al comprobar que había olvidado 50 años después el razonamiento de mi padre, sentí, como me dijo Funes, que el recuerdo es una sensación minuciosa y viva como el goce físico o el tormento. Si pensar es olvidar diferencias y abstraer o generalizar, este insignificante olvido se reveló como la segunda muerte de mi padre.

Fernando Arrabal

 

 

 

 

 

LA SECONDE MORT DE MON PÈRE

 

Récit inédit et apocryphe de Jorge Luis  Borges écrit par Fernando Arrabal.

 

 

 

-en français et en espagnol-

 

 

Mon premier souvenir de l’écrivain  africain Fernando Arrabal est très net. Je le rencontre  un soir de 1963 dans un hôtel de la rue Sébastien Bottin à Paris. Il me semble l’entrevoir derrière le fond  illusoire des miroirs  d’un salon. Je me souviens clairement (mais je n’ai pas le droit de prononcer ce verbe sacré, seul Irineo à la grande mémoire l’a eu, mais il est mort) de sa voix enfantine, posée, exempte des sifflements italiens de maintenant et des brusqueries castillanes. Nous parlons de Funes « à la grande mémoire » et il me dit lentement dans ma langue:

 

– Et à propos de mémoire dans votre récit « Pierre Ménard auteur du Quichotte » vous citez comme faisant partie de l’oeuvre visible de cet écrivain «un article technique  sur la possibilité d’enrichir  les échecs en éliminant l’un des pions de la tour. Ménard propose, recommande, discute et finit par repousser cette innovation.   Imaginons la partie  sans le pion « a » (ou « h ») de  chacun des adversaires. Le premier coup serait : 1. TxTa8. Et le deuxième: les noirs  abandonnent! Qu’a-t-il voulu dire? Est-ce une énigme ou une erreur provoquée par   votre (sa) mémoire?

 

Je me suis aussitôt souvenu qu’en 1935 avec Bioy Casares  nous avions pensé écrire un roman à la première personne dont le narrateur se laisserait aller  à des contradictions qui  permettraient à un  très petit nombre de lecteurs de deviner une réalité  atroce ou banale.

 

 

J’allais lui répondre quand est apparu le poète français  Luc Hourcade, qui était soumis à la moins perspicace des passions avec le patriotisme: la ferveur pour les classiques. Ce nous fut impossible de parler de Ménard tandis que nous écoutions perversement répétées ses différentes versions en alexandrins du sonnet « Varia memoria que en mil  olvidos » (« Capricieuse mémoire qui en mille oublis »).

 

 

Des années plus tard, en avril 1985, Fernando Arrabal et moi-même nous sommes de nouveau rencontrés, cette fois à Tokyo. Dès que j’ai su qu’il était en face de moi j’ai voulu répondre à la question qu’il m’avait posée 22 ans auparavant.

 

 

Je lui ai dit que Pierre Ménard  est le premier récit que j’ai écrit . Le fait est advenu peu après la mort de mon père. A sa mort j’ai compris que, comme Jorge Luis Borges, il était dieu, il était alchimiste, il était conquistador, il était calendrier, il était monde… ce qui était une façon épuisante de dire qu’il n’était  pas. Comme je ne  connaissais pas

un plaisir plus subtil que la pensée ni une aventure plus passionnante que celle de parcourir les méandres  de la mémoire, je m’y suis livré.

 

 

– Mais pourquoi avez-vous précisément écrit « Pierre Ménard »?

 

 

– J’ai pensé que si nous imaginons un  terme infini, avec d’infinies variations, circonstances  et modifications, on ne pourrait pas ne pas avoir écrit au moins une fois « Les mémoires d’outre-tombe ». Pourquoi pas « Pierre Ménard »?

 

-Votre père était écrivain ?

 

 

– C’était surtout un excellent joueur d’échecs qui m’a appris ce jeu.

 

Nous, les aveugles, bien que nous ne puissions pas voir les visages, nous parvenons à  capter  la respiration et les pauses  et nous surprenons même l’ineffable intérêt  qu’un mot ou un souffle peut  susciter. Fernando Arrabal imaginait peut-être qu’une fois mort mon maître d’échecs (qui accessoirement était mon père)  je pouvais, moi,  profaner  les échiquiers, entrer à cheval dans les bibliothèques échiquéennes et brûler les livres des maîtres, craignant que les lettres  ne cachent des louanges au dieu des échecs, qui est un château d’ébène.

 

 

Je lui ai dit que mon père m’avait expliqué certains mystères de la mémoire et s’était  servi d’un échiquier  pour me révéler « L’énigme de Zénon »  aussi nommée  « Le paradoxe   d’Achille et la  tortue »,  qui permet de nier la réalité de la vitesse à cause du point intermédiaire.

 

 

Mon interlocuteur, pensant peut-être que l’histoire  est un cercle bordé de peau de tigre  et que rien n’est  qui n’ait été et  ne sera, a tenu pour  bonne ma réponse. A partir de cet instant, notre  conversation, comme un labyrinthe qui se tressait et se dénouait à l’infini, a bifurqué dans plusieurs directions, malgré notre  volonté commune de terminer  notre conversation sur la partie hétérodoxe de Pierre Ménard.

 

 

Deux jours plus tard j’ai su que, tandis que Fernando Arrabal traversait le pôle Nord pour rentrer à Paris,  il avait éprouvé cette suspecte clarté de la lucidité que j’avais irrationnellement ressentie moi  aussi en survolant ce lieu artificiel comme un point zéro de la mémoire. J’ai pensé à notre conversation.  C’est alors seulement que j’ai remarqué  que je ne comprenais pas quel pouvait avoir été le raisonnement de mon père pour expliquer l’énigme.

 

 

Mon exposé de l’explication   de mon père, comme je l’avais rapporté à Fernando  Arrabal, avait peut-être été bref,  et sans doute pauvre,  mais pas impartial. Mais … je ne peux plus le reprendre  avec ses détails car il a disparu  de ma mémoire après ce dernier récit.

 

 

Miguel Najdorf a joué  40 partie d’échecs  « aveugle » lors d’une simultanée   qui eut lieu  à Sâo Paulo en 1942.  Cyrus , roi des Persess, avait  appeler par leurs noms tous les soldats de ses armées. « Mitridante re di Ponto » rendait justice  en 22 langues. Mais seul Irineo Funes  eut une mémoire infaillible qui lui laissait entrevoir un monde  vertigineux et banal .

 

 

J’ai souvent pensé que la mémoire accomplit une tâche interminable et inutile. En constatant que  javais oublié cinquante ans après le raisonnement de mon père, j’ai senti, comme me l’avait dit Funes, que le souvenir est une sensation minutieuse et vive comme la jouissance physique ou le tourment. Si penser c’est oublier les différences et abstraire  ou généraliser, cet insignifiant oubli s’est révélé être comme la seconde mort de mon père.

 

 

 

Fernando Arrabal