Ponencia «La figura de la madre en La virgen roja de Fernando Arrabal»
Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas La Plata, Argentina y
Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas en Münster, Alemania

Viveca Tallgren Denmark


La figura de la madre en la novela «La virgen roja» de Fernando Arrabal

El investigador norteamericano Peter Podol escribe en su libro sobre Fernando Arrabal que la figura predominante tanto en la subconsciencia del autor como en su obra, es la madre[1].
Antes de empezar mi análisis de la figura de la madre en La virgen roja, me parece relevante dar un breve resumen de los acontecimientos que trastornaron la vida de la familia Arrabal al comenzar la guerra civil en España.
Cuando estalló la guerra, el padre de Arrabal, que era teniente republicano, fue condenado a cadena perpetua por no querer participar en la rebelión de Franco. En 1941 huyó de la cárcel y desapareció para siempre. Cuando fue informada de la huida, la madre, que era partidaria del régimen franquista, les dijo a sus hijos que su padre había muerto. A la edad de 15 años Arrabal encontró en los escondrijos de su madre unos documentos sobre su padre y comprendió que él podría estar todavía en vida. Encontró también unas fotos en las que la cabeza del padre estaba recortada. A partir de ese momento Arrabal tomó el partido del padre que para él llegó a ser una especie de santo pagano. Su madre se convierte en la mente del joven Arrabal en una traidora que apoya el régimen que despojó a su padre.

En su novela autobiográfica Baal Babilonia de 1956, Arrabal presenta a su madre como una figura cariñosa-represiva con rasgos sádicos que siempre quiere mostrarse como la mujer que se ha sacrificado para su familia. El libro muestra también una relación sentimental entre hijo y madre; de ahí la ambivalencia.
En su obra de teatro, Los dos verdugos de 1956, Arrabal usa la figura de la madre tanto como un símbolo del sadismo del régimen franquista como una representante grotesca de la clásica imagen de la madre católica, o sea una figura engendrada de sus propios fantasmas.

En la novela La virgen roja Arrabal se inspiró en un acontecimiento real que ha inspirado a varios escritores. Se trata de Aurora Rodríguez, quien en 1933 mató a su hija superdotada Hildegart por temor de que ella entrara en contacto con la sociedad, que, según la madre, la hubiera corrompido.

En la novela Arrabal trata de entrar en la mente de Aurora para aclarar los motivos más profundos y psicológicos de su acto. Es de suponer que el interés de Arrabal por el destino de Aurora se inspira en la difícil relación que tuvo con su propia madre. Por la misma razón yo veo La virgen roja como un intento de comprender tanto el enigma de la maternidad, como de la psique humana en general.
Salpicando la historia con sus propias fantasías, Arrabal la cuenta desde la perspectiva de la madre. La novela se compone de 124 capítulos cortos en los que la madre, recapitula su vida con la hija en forma de un monólogo explicándole en detalle los motivos de su acto.

Aurora empieza su narración refiriéndose a su propia juventud. Se describe como una mujer intelectual y un contraste diametral a su hermana Lulú, cuya vida lasciva desprecia. Cuando Lulú deja a su hijo Benjamín, Aurora lo cuida como si fuera su propio hijo hasta que las autoridades se encarguen de él. Fue su relación con el sobrino que la inspiró a tener un hijo propio.

En el momento más inesperado, Benjamín transformó mi vida. Tenía yo trece años, y él cuatro, cuando comencé a enseñarle la Música. Aquel lance actuó como una chispa vital y comunicó la energía a la materia inerte. (p. 26)

En la biblioteca de su padre Aurora a la edad de 19 años encuentra un libro que la inspira espiritualmente:

Como el Ave Fénix renací de aquellas cenizas con la personalidad que me conociste, dispuesta a ser dichosa y, sobre todo, lo que era infinitamente más importante, buena. Mi vida comenzaba con tal arremetimiento.

Después de esto surge su deseo de tener un hijo. Se dirige al hombre a quien su padre le había designado como marido, y sin sentimientos de deseo concibe a la niña con él.
Aurora se muda a París donde su único contacto con el mundo que la rodea son sus vecinos, Chevalier, un poeta homosexual, y su compañero platónico, Abelardo.

Nace su hija y con un esmero determinado la educa en un aislamiento casi total del mundo con el fin de hacerla la encarnación de un prodigio espiritual – una iniciada. Su proyecto se realiza en cierto modo. A la edad de cinco años la hija se inicia en el arte, las ciencias clásicas y ante todo en los secretos de la alquimia. Ya a la edad de 14 años es un fenómeno que domina cinco lenguas, la filosofía, la psicología y las ciencias naturales – un hecho que, a pesar de las medidas de la madre, no escapa la atención de las autoridades universitarias internacionales. Escribió libros y artículos muy alabados sobre temas políticos y la lucha por los derechos de la mujer. Esto despierta también el temor en la madre de que las autoridades universitarias quieran seducir a la hija para colaborar con ellos al igual que su sobrino.
Sin embargo, la hija desarrolla otro lado opuesto al modelo de virtud que aparenta. Lo confirma su diario Infierno que la madre lee en secreto:

Seré siempre rebelde y marginal. – Me c… en la Naturaleza y en todo lo creado. (. 137)
Me c… en la ciencia. – ¡Viva el desorden! – Me tumbo desnuda y cubierta de piojos al sol.
– Haré todo lo prohibido. (p. 145)

Abelardo sigue con gran interés el desarrollo de la hija con quien se solidariza. Cuando Chevalier muere de cáncer, inicia una relación secreta con ella y la ayuda a realizar su huida a Londres, donde las universidades la esperan. Pero la hija se ve obligada a revelar sus planes a la madre y reconoce que su única alternativa es la muerte. Bajo insoportables tormentos del alma, Aurora se vence a sí misma y la mata a tiros. Después se entrega a la policía y es condenada a 28 años de cárcel.

Para comprender el verdadero motivo del proyecto de la madre, hay que verlo a la luz de su propia marginalidad tanto en relación con su familia como con la sociedad. Se deja entrever en la novela su homosexualidad no reconocida como un factor latente. Esto explica también su desprecio por las escapadas eróticas de su hermana, su reacción fanática contra la sociedad establecida y sus normas y, por fin su afán de una espiritualidad absoluta en la cual la sexualidad está totalmente eliminada. En su obstinada dominación de la hija, supera sus proporciones humanas y entra en el lugar de Dios reemplazando el orden divino con sus propias leyes.
Su vida espiritual no sólo se convierte en un dogma, sino también en un escape del desagradable autoconocimiento. A consecuencia de su “punto ciego” no comprende que la verdadera iluminación no sólo se obtiene teóricamente, sino en relación con la sociedad.

El sistema con sus leyes y normas se presenta en la novela como un factor exterior que también engendra la tragedia de la madre. A pesar de su procedimiento extremo, su temor a que la hija se corrompa por la cultura materialista fuera de su mundo aislado tiene quizás cierta justificación, a pesar de lo utópico del proyecto.

Totalmente independientes de la voluntad humana, la Naturaleza y el Universo reinan con sus propias leyes, a las que el ser humano está sometido. Estas leyes, que se manifiestan con símbolos, sirven de base para la filosofía alquímica.
Desde un punto de vista alquímico el deseo de la madre de tener un hijo se puede interpretar como un deseo de individuación, el proceso que según Jung engendra un individuo entero en el que sus lados opuestos se han unido en un Todo. En la alquimia el niño coronado es un símbolo de la Piedra Filosofal.

Paralelamente con la vida consciente de la madre y el trabajo alquímico, que consagra a su hija en el sótano, el verdadero proceso alquímico se refleja en sus sueños, que seguimos paralelamente a la historia de su vida con la hija. Aquí se manifiesta su libido reprimida como símbolos arquetípicos en forma de animales y seres fabulosos.
En los sueños que tiene sobre su hija, esta se manifiesta en una vestidura bastante diferente de la presentación de la madre. El sueño que tiene poco antes de la concepción, se puede interpretar como un presagio:

Aquella noche soñé que una niña se transformó primero en sirena y después en ninfa coronada de largos y punzantes alfileres. Nadaba, entre tiburones, en el mar, y de sus senos manaban dos chorritos de líquido blanco que caían sobre las olas. (p. 21)

Según la tesis de que los sueños son proyecciones compensatorias de nuestra subconsciencia, la madre se presenta en su carácter más íntimo como “la virgen roja”, el símbolo de la unión alquímica de los opuestos: rojo-blanco, castidad-lascivia.
El color rojo simboliza también la rebelión. Ella misma realiza la rebelión que la hija sólo expresaba verbalmente en su diario. La madre se enfrentaba contra las normas vigentes del sistema y sacó las consecuencias enteramente, y con esto se presenta, a pesar de todo, como una heroína. Pero contrario a los verdaderos alquimistas, se enfrentó también a las leyes de la naturaleza y con esto no acertó en su proyecto. Le faltaba la cualidad indispensable para cualquier verdadero alquimista: la humildad.
En los ritos de iniciación la muerte marca simbólicamente la retirada de la infancia y la ruptura con los padres. La muerte se puede ver también como el retorno a la madre para renacer. De acuerdo con esto, la estructura cíclica de la novela se puede comparar con el dragón Mercurio que se devora a sí mismo y renace infinitamente, igual que el ave Fénix, que simboliza el tiempo y la continuidad de la vida.
Con su novela Arrabal parece insinuar que cada acto humano está condicionado por una compleja serie de factores, tanto de índole socio-cultural como de otros impulsos más tenebrosos, y por eso nunca se puede juzgar sólo desde criterios imparciales. Entre líneas se insinúa que lo absolutamente bueno o malo no existe, sino que ambos se compensan.

La clave del mensaje de la novela está en “lo Pánico”, el movimiento filosófico creado por Arrabal. Se basa en el dios PAN, que con su aspecto bifurcado simboliza el principio de los opuestos y la ambigüedad del ser humano. Pero “lo pánico” alude también al pánico del ser humano ante la vida misma. Una tesis fundamental del movimiento es: el pasado fue una vez el futuro. El futuro actúa conforme a la confusión y el azar. Por lo tanto, cada tipo de dogmatismo y afán de perfección están en contra de las leyes fundamentales de la vida. En la vida nada es previsible. Es un proceso contínuo regido por el juego de las casualidades, como un juego de ajedrez en el cual el ser humano es la pieza.

[1] Podol, Peter, Fernando Arrabal, Boston, 1978, pp. 26-27