La poesía d’Arrabal: « imprescindible, una fiesta pánica »
Nunca hemos sido un país que haya sabido valorar a nuestros genios, por lo que Arrabal no podía ser una excepción. Ganador a los 10 años del Premio Nacional para superdodatos, figura esencial del superrealismo junto a Breton, miembro fundador del Movimiento Pánico con Topor y Jodorowsky, finalista del Cervantes, condecorado con la Legión de Honor francesa. Sí, es necesario recordarlo. Haber nacido en España puede haber sido su pecado terrenal, mientras que hablar de él en círculos intelectuales franceses, ingleses o norteamericanos supone hacerlo de uno de los genios que más admiran por su vanguardismo y su profundidad del concepto transmitido. Sin Arrabal, gran parte del avance en la evolución de la cultura artística actual sería inexplicable, incompleta y obsoleta.
La propia concepción de este volumen es cercana al superrealismo. El escritor se encontró con el editor Antonio Huerga en una zona pseudoindustrial madrileña. Al doblar una esquina, como en una carcajada cósmica, se chocaron. Mientras se hacía unas fotos, el director del sello le comentó que desearía editarle toda su poesía. Por suerte, Raúl Herrero ya estaba reuniéndola y la consecuencia es el magnífico libro que hoy es: poesía reunida, que no completa, en tanto que se trata de un autor en activo. «Credo quia Confusum» nace de retorcer la sentencia del apologeta del siglo II Tertuliano en su Carne Christi. Una obra conformada por cuatro corpus, a los que se suma un grupo de poemas reunidos bajo el título «Poemas sin coleccionar» que aparecieron en prensa escrita o blogs.
Lúcido y sabio
«La piedra de la locura», «El Nueva York de Arrabal», «Mis humildes paraísos» y «Poemas pánicos» suponen un acontecimiento literario y una posibilidad de que los lectores conozcan en profundidad a este creador provocador, lúcido y sabio cuyo propósito en la vida es jugar. El propio Kundera dijo: «Incluso si desafía a Franco y Castro, Arrabal no es un contestatario ni un predicador militante de la moral; es un hombre que juega». Eso hace en cada verso. En «La piedra de la locura» –con tantos ecos de El Bosco y que ha disfrutado de diversas encarnaciones: recital, performance, monólogo dramático…– asistimos a enfermedades y burlas, transformaciones y seres que rayan lo absurdo, luces que oscurecen y oscuridad que ilumina, y la razón se convierte en un sabueso en busca de quienes desean ser libres. Todo es onírico y subliminal. Horóscopo, figuras del tarot, piezas de ajedrez. Sentimos la presencia de la madre que devora psicológicamente al hijo, la castración moral y ética que ofrece la religión al hombre en su relación con la mujer o el verdadero mundo del SuperYo.
Un volumen, de principio a fin, imprescindible por contemplativo, presidido por una mirada sagaz entrañada en la lírica observación del mundo, que nos conduce por el borde de una lengua filosa y plurisignificativa. Toda una fiesta pánica para los sentidos.