« Arrabal, Dios, el Intruso… »

JESÚS NIETO JURADO (INTRUSO DEL NORTE)

Salió insultantemente soleado el día. Fernando Arrabal caminaba despacio según dejaba el hotel. Portaba su mitológica camisa negra y ese pañuelo -o como se llame- serigrafiado en el cuello. Por encima de sus gafas de dramaturgo genial llevaba otras gafas, de sol, como de ciclista, como de pastillero de Ibiza o así. Los ojos pequeños, no obstante, se clavaban en los míos, y su mirada era juvenil, de niño curioso que quiere jugar al ajedrez y que hasta tuitea. Fernando Arrabal y yo paseamos por un Madrid excesivamente azul. Me recordó su nacimiento en Melilla («somos de la misma provincia»). Y se detenía en el paseo en pequeños detalles: en un cartel en una pared, en un taxista dominicano que lo reconoció ‘reguetoneando’…

Fernando Arrabal vio la estatua de Lorca en Santa Ana y le vino el espanto estético: «verá usted, la estatua le da una imagen a Lorca como de mediopensionista. Fíjese en cambio en Calderón, allí, en hermoso monumento.»

Así que ha estado por España Fernando Arrabal, que lleva un android y consulta la hora en un dado que hace las veces de reloj. Comimos en un tabernón de cerca del Callejón del Gato, y lo primero que pidió fue el postre, pues las jerarquías del tiempo quizá le sean ilógicas o dictatoriales. Quién sabe. De primero le pusieron una sopa castellana, con su huevo, con su pimentón, con su condumio; pero Arrabal apenas sorbió dos cucharadas.

Le vino después un gitano, pastor evangelista, a venderle suertes y bendiciones para la Lotería de Navidad, pero Arrabal le confesó que una vez se jugó la existencia de Dios en un ‘pinball’ (Flipper lo llamaba al cacharro) y que «la máquina se le paró en 999 puntos cuando un borracho golpeó la recreativa». El gitano, mercader de los buenos, le aguantó como pudo la boutade/demostración teológica y siguió hablando, pero se nos fue nervioso ante el berenjenal que se le presentaba. #deusexmachina. Arrabal me enumeraba a matemáticos que han demostrado la Divinidad en base a ecuaciones; en ningún caso yo leo matemáticos y menos aún sigo el ajedrez, pero no todos los días uno comparte mesa con un genio, y le puse mi «encantadora sonrisa de muchacho interesado» esperando que me dijera algo de Rajoy, que me lo dijo, pero que contaré otro día.

Después le relaté mis disfunciones oníricas, mi insomnio crónico, y me miró con verdadero interés. De postre comió tarta de Santiago, feliz, él, por el hidrato y el azúcar. Seguimos hablando de Picasso y de París, de cuando abandonó a los surrealistas. De la fascinación del Arte por el totalitarismo y de la fórmula exacta de la felicidad. Vino a España a presentar la película ‘Arrabal: el genio y la locura’, dirigida por Javier Esteban Guinea. En ella cuenta cómo quiso matar a Franco con un libro de Santa Teresa. Le prometí por mis hijos que esa película la pasaríamos por el Festival de Málaga. Dios nos guarde. 27-10-2015