CERVANTES Y ARRABAL: LA VEROSIMILITUD DEL PÁNICO

Por A. Simón

1- Introducción.

¿Quién fue Cervantes?, ¿ y quién es Arrabal? Laberintos verosímiles, grimorio de malentendidos, sospechas, oximorones sociales, trazados pictóricos, héticos personajes,… Es una torpeza intentar abarcar lo inabarcable, lo que adelantó por la izquierda y después de tanto tiempo sigue estando muy lejos; lo que no existe y a la vez lo explica todo. No le faltaba razón a Juan Benet cuando indicaba que “el verdadero amante de la obra literaria —como de cualquier otra cosa, incluso una mujer— asume que no la comprenderá nunca de forma cabal y absoluta, que siempre podrá volver sobre ella para encontrar un detalle desconocido —y a veces desagradable— y que su relación con ella no tiene fin”. Aquí vamos a pretender explicar y justificar esa relación que algunos creadores (los más destacados) tienen con Cervantes, relación que, afortunadamente, no halla su fin. Vamos a descubrir cómo el dramaturgo melillense, entre otras tantas cosas, Fernando Arrabal, también reside, por muy inverosímil que ahora resulte, bajo las faldas cervantinas. Llegar a descubrir ese coqueteo es lo que abordaré en esta introducción, también el intentar dignificar mediante la clave de Cervantes a este dramaturgo tan reconocido como desconocido en nuestro país, quizá malentendido y, en ocasiones, menospreciado, porque como señalaba Foucault “tal vez algún día ya no sabremos bien lo que ha podido ser la locura”. Los cuerdos hemos marcado una línea canónica de la literatura mientras reposamos nuestros cabezas sobre bolsas de plumas sintéticas que sólo pueden interpretar sueños desalados. Definitivamente “no hay enigma”, todo reside en esa brecha que el Tractatus concede a lo inexpresable, algo que suele fluir, irremediablemente, sobre lo poético.

2- Literatura tan comparada

Uno de los temas más recurrentes en la literatura moderna es llevar a Cervantes por terrenos impracticables para al final acabar dando con atajos exquisitos. No es algo exclusivo a Cervantes pero sí de los maestros, sí de aquellos que con sus obras cambiaron el devenir de la literatura, como sucedió con otros genios como Mozart, Goya o Da Vinci, el autor acaba encarnando una obra de arte, lejos de toda impostura o extravagancia cuadriculada es impulsado a una estratosfera distinta a la que nadie más va a llegar. Cuando Gustave Flaubert confesaba en su Correspondance encontrar todos sus orígenes en el libro que se sabía de memoria antes de aprender a leer, sólo trataba ajustar cuentas con esas grandes obras que marcaron a fuego su conciencia literaria desde sus más tempranos inicios, y es que Cervantes y Shakespeare (esto último se encarga de explayarlo reiteradamente el afamado crítico Harold Bloom) son los padres biológicos y tan legítimos de la literatura que fue naciendo una vez superado el Renacimiento y que llega, afortunadamente, hasta nuestro días. Autores tan lejanos de géneros distintos han declarado la influencia de Cervantes en sus obras, desde el beat Jack Kerouac hasta el músico Bob Dylan, Joseph Roth, Salinger, Delibes, Miller, así hasta Fernando Arrabal. El autor de El cementerio de automóviles ha asimilado en su obra la verosimilitud cervantina para acabar siendo él mismo un personaje quijotesco, bastante mal tratado por un público español incapaz de ver más allá, más aficionado a dejarse llevar por los gestos en lugar de los textos, o a cegarse con los primeros. Nuestro dramaturgo vivo más universal ha usado un diálogo clásico en sus obras dramáticas, el diálogo entre los personajes, normalmente de estratos marginales o excluidos, la caracterización de estos, sus burlas a los poetas y hombres de letras, a pesar de ser él mismo uno y de considerar la actividad poética, como en el caso de Cervantes, por encima de todo, o casi todo. Está más que constatado que Cervantes se sintió siempre muy atraído por los marginados y desheredados, ahí tenemos los ejemplos de Cardenio, Tomás Rodaja en El Licenciado Vidriera, el celoso extremeño. Como ocurre en la obra de Arrabal, Cervantes, a través de estos personajes, sólo pretendía mostrar una crítica muy mordaz de su época, de las situaciones que le rodeaban y que estaba viviendo, a us costumbres relajadas y a la santidad tan fingida, y todo ello sin querer correr demasiados riesgos ocultándose así tras la figura de un paranoico, del Vidriera o de unos perros en el Coloquio, como disfraces muy sugerentes desde los que articulaba la insatisfacción que sufrió. Por supuesto también está la locura, tema ha dado para ríos de tinta, y que toma las riendas de Erasmo de Rotterdam y su Elogio de la locura.

Que un autor tan moderno, tan punk, tenga como referencia única a los clásicos es algo también que ocurre en Cervantes, su interés por los clásicos a los que estudió machaconamente y de memoria en sus años de formación, ahí están Horacio, Tito Livio, Virgilio o Cicerón que componían el canon; humanismo que vamos a ver brillar en el Persiles. El mundo antiguo fue referencia de este humanismo, así Plutarco, Euclides, Catón, Ovidio, Luciano, Esopo, Séneca,… Las concepciones dramáticas tanto de Miguel de Cervantes como de Fernando Arrabal tienen su origen en la comedia humanística y en los valores aristotélicos, de ahí Arrabal parte para llegar a sitios muy personales, como el teatro pánico.

Es de destacar el paralelismo que se produce entre ambos bajo otro tema en común, la guerra. En La Numancia, los amigos Morandro y Leoncio, mueren al adentrarse una noche en el campamento enemigo (episodio que parece inspirado en la Eneida). Arrabal va a tratar el tema de la guerra especialmente en Pic-nic, Morandro y Leoncio recuerdan a Zapo y Zepo, soldados que desconocen la realidad de la guerra pero que se han visto inmersos en ella (hablamos en este caso, lógicamente, de la guerra del 36); los dos soldados se aburren en la guerra y ambos llevan a cabo otras actividades como tejer jerseys o recolectar flores, actos del absurdo para un conflicto bélico que esconde la profunda denuncia ironía de Arrabal, aún así estamos ante un teatro realista, otros personajes como el sr. Tepán están definidos por el autor melillense según los moldes quijotescos, que se deja llevar por las vivencias de la guerra pasada vivida, estableciendo el contraste entre pasado y presente.
La deuda que éste tenía con el autor del Quijote quedó relativamente solventada en 1996 cuando publicó su exótico biografía Un esclavo llamado Cervantes, donde mezcla las líneas que a su vez son los hilos que mantiene en esa tradición cervantina, el amor, el humor, la angustia, el encantamiento, el pánico (por supuesto) y el simbolismo que no deja de estar presente en Cervantes, y del que hay que destacar como emblema capital como la aventura en la cueva de Montesinos (II, 22-24). Curanderos, encantadores, visionarios, son elementos cervantinos que han no dejado de nutrir a la literatura de Arrabal y que éste ha llevado, cómo no, a su propia mirada y voz. Los aspectos metaliterarios del Quijote son extensísimos, como ya dejó demostrado Ortega y Gasset en Las meditaciones del Quijote, abordando el tema de las implicaciones de la obra capital de Cervantes, ofreciendo un abanico de posibilidades ante el complejo y problemático rodaje del texto cervantino. El propio Arrabal se encargaba de situar su posición cervantina haciendo uso de un dicho zen —nada más extraño y lejano a Cervantes— que afirmaba que al principio los árboles son árboles y las montañas, montañas; después, los árboles ya no son árboles ni las montañas, montañas; pero después, los árboles vuelven a ser árboles y las montañas, montañas.
Cervantes y Arrabal tienen la obsesión del teatro, combaten el teatro que gusta en su tiempo. Las condiciones que ambos ponen para que sus obras sean buenas son las mismas: que sean “artificiosas” y bien ordenadas. Dilatación de tiempo, dilatación de espacio.

3- Aspectos comunes desde Cervantes.

Universalidad.collage : Jordi Soler

La universalidad de Miguel de Cervantes y de Fernando Arrabal es incontestable, se dan por entendidas las abismales distancias entre ambos autores. Cervantes pertenece al canon literario universal, aspecto que tratan en profundidad Martín de Riquer o Harold Bloom. Si algo tienen en común ambos autores es del reconocimiento exterior mayúsculo en comparación con el que se le otorgan en sus propios países, esto es más alarmante en el caso de Arrabal, muy considerado en Francia, a la altura de Samuel Beckett, y ninguneado o, en todo caso, muy mal estudiado en España; a ello ha contribuido en parte el carácter burlesco y en ocasiones absurdo de Baal Babilonia, o sus apariciones poco afortunadas en televisión. Lo que no cabe duda es que son representantes del humanismo, como bien indica Ernst Robert Curtius en sus Escritos de Humanismo e Hispanismo, y que siguen fomentando los creadores vivos y con perspectiva histórica y clásica: “España está hoy en camino de convertirse de nuevo en aquello que no es desde hace siglos: una gran potencia espiritual independiente. Un profeta tan fervoroso como Unamuno; un pensador del reino de las ideas creadoras como José Ortega y Gasset; un ensayista de sensibilidad tan cultivada como Azorín; un novelista de tanta fuerza como Baroja, y otro con tanta fuerza en el planteamiento de problemas como lo es Pérez de Ayala; poetas de tanta altura y nobleza como Antonio Machado, de tan delicada pureza como Juan Ramón Jiménez —jén passe, et des meilleurs!— Todas estas son figuras de significación europea; todas ellas, aunque de diferentes maneras, auténticamente españolas al mismo tiempo que universales”. Lo que no menciona Curtius es el origen, el nacimiento de la universalidad gracias primero a Enrique de Villena, al gramático sevillano Antonio de Nebrija y, cómo no, a Miguel de Cervantes.
Mitos
El mito esconde en Arrabal y, por qué no, en Cervantes, una necesidad arraigada a la felicidad, el deseo de la felicidad es un tema importante en la obra de ambos autores, casi hasta la obsesión. El fango por el que en ocasiones deambulan no busca otro fin que el de la felicidad, la plenitud, a través de mecanismos naturales, personales o sociales que desarrollen al hombre. Para llegar ahí también está el camino del mito, en El cementerio de automóviles y El arquitecto y el Emperador de Asiria la escena final acaba prometiendo un nuevo comienzo, un nuevo ciclo; el teatro acaba aprehendiendo de la metamorfosis de la vida. En el caso de Cervantes el efecto es proyectar ese deseo hacia el futuro, en su obra comienza toda clase de guerras, revoluciones, sufrimientos y encantamientos para llevar este mensaje primigenio a la convivencia de los hombres. Como dijo Arrabal (en entrevista con Bertinna Knapp): “Para mí el teatro sigue siendo una ceremonia: es un banquete sacrílego y sagrado, erótico y místico, que abarcaría todas las facetas de la vida, incluyendo la muerte, en el que el humor y la poesía, la fascinación por el mito de la vida y el pánico serían uno”. El núcleo fundamental de Arrabal no es otro que la afirmación del incesante ciclo vital, las realidades místicas de sus personajes reviven el drama del aislamiento y la alucinación como forma de escapar de una realidad que impide al ser humano su búsqueda interna.

Simbolismo

Como ya he mencionado anteriormente, el caso de simbolismo cervantino más intenso que se produce en el Quijote es el de la cueva de Montesinos, en el caso de Arrabal toda su obra está llena de imágenes simbólicas, no sólo el teatro, su cine, novelas y poesía beben del surrealismo y simbolismo francés, fuentes de las que se considera heredero. Centrándonos en el caso de Don Quijote, su descenso a la cueva marca un camino por la oscuridad que lo transporta desde la luz material de este mundo a la luz superior, la luz espiritual. Todo viene empujado por un profundo deseo de cambio que lo lleva a la ensoñación en esa búsqueda hacia el don extraordinario. Podríamos haber ubicado a la cueva en el apartado de mitos, donde se ajusta perfectamente al ser lugares de devoción y ritos; un verdadero descenso a los infiernos (¿habría leído Rimbaud este enigmático pasaje antes de componer Una temporada en el infierno? De momento no hay pruebas de que eso ocurriera). El mismo Montesinos o el bellísimo personaje de Belerma están llenos de simbolismo y mitología, ambos envejecen pero no mueren, personificando en cierto modo a la misma cueva. Ya hemos visto lo particular, también en Arrabal, de la descripción de los personajes, esta es la que se produce ante la aparición del personaje de Belerma:
Al cabo y al fin de las hileras venía una señora, que en la gravedad lo parecía, asimismo vestida de negro, con tocas blancas tan rendidas y largas, que besaban la tierra. Su turbante era mayor dos veces que el mayor de alguna de las otras; era cejijunta, y la nariz algo chata; la boca grande, pero colorados los labios; los dientes, tal vez los descubría, mostraban ser ralos y no bien puestos, aunque eran blancos como unas peladas almendras; traía en las manos un lienzo delgado, y entre él, a lo que pude divisar, un corazón de carne momia, según venía seco y amojanado. Díjome Montesinos que la última…era la señora Balerma…; y que si me había parecido algo fea, o no tan hermosa como tenía la fama, era la causa las malas noches y peores días que en aquel encantamiento pasaba, como lo podía ver en sus grandes ojeras y en su color quebradiza. “Y no toma ocasión su amarillez y sus ojeras de estar con el mal mensil ordinario de las mujeres, porque ha muchos meses y aun años que no le tiene ni asoma por sus puertas, sino el dolor que siente su corazón por el que de continuo tiene en las manos, que le renueva y trae a la memoria la desgracia de su mal logrado amante” [II. 23]
Cervantes se mueve en dos extremos: el arquetipo femenino trovadoresco, y la distorsión de ese arquetipo con humor y burla, recurso muy empleado por Arrabal, principalmente en su Pic-nic y en El cementerio de automóviles.

El amor (versión “Celos”)

Los celos van a ser otro eje común en las obras de nuestro autores, en Cervantes tienen una importancia notable, le dedica un entremés, El viejo celoso, una comedia, La comedia famosa de la casa de los celos y selvas de ardenia, y tres novelas, El celoso extremeño, La gitanilla y El curioso impertinente, esta última será intercalada en la primera parte del Quijote.
En el caso de Arrabal no es tan notoria la presencia de este sentimiento aunque sí que está presente especialmente en las relaciones familiares. Aunque nunca llega a descifrarlo como lo hace Cervantes en el Persiles, donde ofrece una síntesis de sus teorías al respectos: “esta enfermedad que los amantes llaman celos entra a la parte con ella la envidia y el menosprecio, y cuando una vez se apodera del alma enamorada, no hay consideración que la sosiegue, ni remedio que la valga; y aunque son pequeñas las causas que la engendran, los efectos que hace son tan grandes que por lo menos quitan el seso, y por lo menos, la vida; que mejor es al amante celoso el morir desesperado, que vivir con celos”.
Otro tipo de amor destructivo es el que trata Arrabal, en el Emperador vemos a éste entregado al sacrificio como acto de amor y el deseo que presenta de ser devorado por el Arquitecto no es otra cosa que una regresión a Edipo, un movimiento regresivo al seno materno; amor como erotismo por su forma de destrucción. Volvemos al misticismo, a la aspiración del autor de encontrar el tan anhelado lazo entre el cosmos y el hombre mediante el erotismo verosímil que esconde el sadismo, el canibalismo en su fase más avanzada o simulada. Tanto Cervantes como Arrabal usan todas las variantes posibles dentro del espectro humano para hallar la liberación, desde lo sublime del primero hasta lo pánico y grotesco del segundo aprobado por Cervantes.

Esclavitud

Otro de las sombras que impregnan a ambos autores es la esclavitud, en el caso de Arrabal se trata de una visión más metafórica, un ejercicio de denuncia a la supuesta libertad que el siglo pasado nos vendió; una caricatura de la sociedad guiada como una marioneta por alguien enmascarado. En el caso de Cervantes vuelve a ser en el Quijote donde tenemos las referencias más continuadas, sobre todo en contraposición a la libertad, porque como comentó Bryce Echenique* “para mí Cervantes, Sterne y Rabelais son los fundadores de la novela y de la novela como territorio de la libertad, como cajón de sastre literario, y como la mayor aportación que occidente haya hecho a la cultura universal”. Dentro del Quijote una de las frases más emblemáticas es aquella en la que Don Quijote le dice a su escudero “La libertad Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella, no pueden ignorarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encumbre; por la libertad, asi como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” [II, 58]
La falta de libertad que sufrió Cervantes durante su vida le fue dejando una profunda huella, la misma que sufrió Arrabal al pasar por la cárcel durante el franquismo y tener que vivir en el exilio. Sin embargo no se trata de un mero ejercicio de denuncia porque Cervantes apenas trata las condiciones en las que vivían los esclavo, como sucederá posteriormente con Arrabal, estamos ante un aspecto moralizante de la esclavitud, un ejercicio de disfrutar la realidad, de hallar aquella felicidad que ya traté anteriormente sobre la que se cobija el ars poetica de Cervantes: “Y advertid, hijo, que al soldado mejor le está el oler al pólvora que a algalia, y que si la vejez os coge en este hermoso ejercicio, aunque sea lleno de heridas o estropeado o cojo, a lo menos no os podré coger sin honra, y tal, que no os lo podrá menoscabar la pobreza; cuanto más que ya se va dando orden como se entretengan y remedien los soldados viejos y estropeados; porque no es bien que se haga con ellos lo que suelen hacer los que ahorran y dan libertad a sus negros cuando ya son viejos y no pueden servir, y echándolos de casa con títulos de libres, los hacen esclavos de el hambre, de quien no piensan ahorrarse sino con la muerte” [II, 24]
Como bien decía María Zambrano, la libertad de todos va unida a la propia necesidad de liberación de Don Quijote, recalca esa pasión cervantina por la libertad: “Don Quijote está poseído por la locura de su liberación, de la libertad. La libertad es su pasión; se entrecruza con la pasión de la justicia pero justicia para él será siempre libertad”.
En la obra de Arrabal, desde Los Soldados hasta La marcha real, como en la obra de Cervantes, arranca desde el desgarramiento emocional e histórico que padecen los autores, eso invita a cruzar por el lodo, a revolcarse en él y salir inmaculado.


Prostitución

Dado el carácter eminentemente rural que prevalece en las obras cervantinas y el carácter arrabalero, decadente, oxidado que aparece en las obras de Arrabal, la prostitución tiene su espacio declarado. Así en El Cementerio de Automoviles la protagonista, Dile, ejerce la prostitución, y en el Quijote, la Tolosa y la Molinera son las llamadas “mujeres de partido”, este concepto a tenido distintas interpretaciones, Martín de Riquer las define, según Isabel Colón Calderón, como “mujeres deshonestas y vagabundas”, sin embargo en la edición de Rico (1998) las define directamente como “prostitutas”, en cualquier caso este es el fragmente donde aparece especificado el oficio de dichas mujeres: “Estaban acaso en la puerta dos mujeres mozas, dentas que llaman del partido, las cuales iban a Sevilla con unos arrieros que en la venta aquella noche acertaron a hacer jornada”. Mención especial merece de nuevo el análisis de Cervantes, su particular visión y su descripción de lo acontece: “…se llegó a la puerta de la venta, y vio a las dos distraídas mozas que allí estaban, que a él le parecieron hermosas doncellas o dos graciosas damas que delante de la puerta del castillo se estaban solazando. En esto sucedió acaso que un porquero que andaba recogiendo de unos mestrojos una manada de puercos —que, sin perdón, así se llaman— tocó un cuerno, a cuya señal ellos se recogen, y al instante se le representó a Don Quijote lo que deseaba, que era que algún enano hacía señal de su venida, y así, con un extraño contento llegó a la venta y a las damas los cuales, como vieron venir a un hombre de aquella suerte armado, y con lanza y adarga, llenos de miedo se iban a entrar en la venta; pero Don Quijote, coligiendo por huída su miedo, alzándose la visera de papelón y descubriendo su seco y polvorado rostro, con gentil talante y voz reposada le dijo: Non fuyan las vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno; con el orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más en tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran”.
Las obsesiones del escritor respiran mejor cuando éste escribe, para Arrabal la catarsis está en la cura de los complejos que le procuran sus pasiones por medio del afianzamiento en las mismas, por su desafío y descaro ante el superyo y su estabilidad estructura; Cervantes dota a estos complejos o pasiones de vida propia, los personifica dentro del rechazo al ser.
Lo femenino acaba siendo obsesión, no como deseo heterosexual sino como imagen mística, entre las páginas del Quijote se cuelan más de doscientos nombres femeninos y en Arrabal este género suele estar cerca del mal de mundo y de su antídoto para hacerlo meramente soportable.

Música
La música alivia la conciencia por lo que en nuestro caso supone un respiro, tiempo para el sosiego dentro de la chatarrería que esconden los restos de un cementerio de Automóviles; el aspecto musical dentro de la obra de Arrabal nos lleva irremediablemente a su cine, no vamos a profundizar aquí en su registro dentro del celuloide, sólo señalar que dado el carácter en ocasiones hipnótico de su cine, en Viva la muerte, film ambientado en la guerra civil española como una retrospectiva de su infancia, las canciones susurradas por niños y la música experimental (por no llamarla inclasificable) dentro de secuencias que abarcan las distintas corrientes que quieren conformar al Dios pan. Muy lejos queda la música en Cervantes, tratada especialmente en el Quijote, un ejemplo es el capítulo 28 de la primera parte, cuando Dorotea confiesa que para recrear su ánimo se dedicaba a “tocar una arpa, porque la experiencia me mostraba que la música compone los ánimos descompuestos y alivian los trabajos que nacen del espíritu”, esto también es subrayado por Sancho quien señala en el capítulo 34 que “donde hay música no puede haber cosa mala”. El arpa es un instrumento importante en la sentimentalidad musical de Cervantes; provoca estado de shock, hasta quedarse “pasmado , porque en aquel instante se le vinieron a la memoria las infinitas aventuras semejantes a aquellas de ventanas, rejas y jardines, músicas, requiebros y desvanecimientos que en los sus desvanecidos libros de caballerías había leído”.
La música, como la pintura, como la poesía, es patrimonio visceral de todos, y su disfrute se debe llevar a todo el mundo, también, como se indica en el capítulo once de la segunda parte del Quijote, a las gentes del pueblo: “Apenas había el cabrero acabado de decir esto cuando llega a sus oídos el son del rabel, y de allí a poco llegó el que le tañía, que era mozzo de hasta veinte y dos años, de muy buena gracia”. Arrabal tomó este pasaje para sacar a la palestra la sexualidad de Cervantes, en una entrevista a el diario El País, promocionando su biografía al respecto, declaraba: “Los expertos reconocen la homosexualidad de Cervantes”. Apreciación cuanto menos ligera.
Las chirimías [II, 35] y el laúd [II, 46] también aparecen en la obra cervantina, además del instrumento español por antonomasia, la guitarra, que aparece en el capítulo 5 de la primera parte y en el 19 y 38 de la segunda.
Como hemos visto en esta acercamiento a ambas figuras, el genio cervantino tiene una influencia inquebrantable e indiscutible sobre creadores que, como Arrabal, sitúan su obra en la posmodernidad, en un lenguaje propio que aprendió a manejarse con la licencia cervantina como único modo de volar muy lejos, como único medio de llegar a la independencia que da lo sublime, la tradición bien llevada al extremo.

BIBLIOGRAFÍA
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—, Teatro Pánico, Madrid, Cátedra, 1986.
—, Teatro Completo, Madrid, Espasa Calpe, 1997.
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Curtius, Ernst R., Escritos de humanismo e hispanismo, Madrid, Verbum, 2011.
Eisenberg, Daniel, La interpretación cervantina del Quijote, Madrid, Compañía literaria, 2005.
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Riquer, Martín de, “La variedad estilística del Quijote” en F. Rico y F. López Estrada (eds.), Historia y crítica de la literatura española, vol. 2, Barcelona, Ed. Crítica, 1980.
Rodenas de Moya, Domingo, Travesías y vanguardias, Devenir, Madrid, 2009.

*La bibliografía completa de Miguel de Cervantes y Fernando Arrabal no ha sido incluida, entendida como bibliografía esencial.

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