Depuis 2005 je fais l’éloge (et le portrait) d’un inconnu génial: le mathématicien Grigori Perelman. Dans la presse. Depuis ABC  jusqu’à El Pais.  Dans des conférences. Depuis le Palais de Tokyo de Paris jusqu’à des universités américaines. Même en présence de Claude Gudin, Jean-Marc Lévy-Leblond, du RHSM Thieri Foulc, et de près d’un millier de ‘pánicos’. J’ai clôturé la journée des transcendants ETATS GENERAUX DU POIL du Collège de ‘Pataphysique en brossant le portrait de cet « inconnu ».

Soudain, sans raison, albricias! son nom figure dans les médias. Bravo!

Voilà un modèle de communication d’il y a plus d’un quinquennat:

GRIGORI PERELMAN (El perrito faldero y el oasis de sencillez) 17 de marzo de 2007

El matemático Perelman rechazó el millón de dólares del Instituto Clay (por la “conjetura de Poincaré”)  y los 18.000 dólares de la  medalla Fields (“el Nobel de matemáticas”). Los justos iluminan o deslumbran ; eran o son superdotados sin tambor ni hojalata del otro lado del altruismo  [como entre tantos otros Beckett, Topor, Sócrates, Grothendieck, Wittgenstein (incluso Fischer y ‘Unabomber’ antes de que enloquecieran -¿definitivamente?-]. Obviamente ignoran  la mentira. Para ellos el arte o la ciencia es el esplendor de la verdad. Viven tan injertos en ella que con dolor y suplicio contemplan el mundo tal y como es.

Al oasis de sencillez de Mandelbrot  aspira también hoy Perelman . Este oasis Poincaré intentó definirlo. Ocho años antes de morir, en 1904,  concluyó  su “conjetura” diciendo: “esta cuestión nos llevaría demasiado  lejos”. Tan lejos que ¡sencillamente! se podría  comprobar que desde una perspectiva topológica (o ‘pánica’) no hay diferencia esencial entre un objeto  en forma de churro hueco (o de neumático)  y otro en forma de pelota  (o de globo). Si la comunidad científica pudo demostrar esta evidencia en dos dimensiones, no conseguía ‘desoscurecerla’ y probarla   en tres. Desde su cabaña  Perelman tuvo piedad de las tinieblas.

En el año 2000 el Instituto de Matemáticas Clay  de Massachussets  decidió premiar a quién  elucidara la “conjetura de Poincaré”. Y también a quienes  solucionaran los otros  siete “problemas o conjeturas del milenio”, como “P versus NP” que revelaría la solución de la solución, “la Conjetura de Birch y Swinnerton-Dyer” con la que se podría navegar entre finito e infinito o la divertida  “hipótesis de Reymann” (¡y Euclides!) sobre zeta y primo.

De la manera más “heterodoxa, gratuita, inesperada y original” Perelman  colgó en la red (http://arxiv.org) el 11 de noviembre de 2002 su prueba de la “conjetura de Poincaré”.  [“The Entropy Formula for de Ricci Flow and its Geometric Applications” (el movimiento ‘pánico’ se refiere al “deterioro ineludible de la exactitud”)]. Como Perelman es lector de  Gracián practica la virtud de la elipsis, descalzo bajo las estrellas. Luego envió  el mismo mensaje (“a sketch of an eclectic prof”) a doce matemáticos. Y por fin siete meses después, antes de callarse ¿definitivamente? colgó  en la red dos nuevas y últimas pruebas rociadas de mercedes.

En el mes de mayo los nueve miembros del jurado decidieron [secretamente, (oficialmente la noticia se dió el 22 de agosto)] conceder la medalla Fields a Perelman “por su trabajo sobre la conjetura de Poincaré”. En la segunda semana de junio John M. Ball  [de 58 años, “Sir’ y presidente de la IUM (Internacional Mathematical Union – que otorga el premio-)] fue a San Petersburgo para, durante diez horas de asedio, tratar de convencer a Perelman de que  no rechazara el trofeo. “No puedo aceptarlo… es irrelevante… si la prueba es correcta ¿qué necesidad tiene de un premio?”

{El 20 de junio Shing-Tum Yau [de 57 años, medalla Fields, en 1982,  (amigo del Presidente Jiang Zemin,   profesor  en Harvard, director de los institutos de matemáticas de Pekín y Hong-Kong, -etc. etc.-)] confirmó públicamente su opinión. Habló en un asamblea reunida en Pekín [en el Hotel ‘Friendship’ -ante cerca de mil científicos-   bajo los auspicios del gobierno de China (el Gran Salón  del Pueblo sirvió de marco para la conferencia de su íntimo Stephen  Hawking)].  Yau repitió una vez más, pero en esta ocasión oficialmente,  que sus alumnos Zhu  y Cao han completado la prueba de la “conjetura de Poincaré”. En lo que respecta a Perelman dijo que su demostración había omitido varios detalles, pues “lo suyo  no es Matemáticas  sino  Religión”.}

Sin frotar lo cotidiano ni afrontar las polémicas de la esterilidad  Perelman  ha decidido abandonar las matemáticas en los agujeros de la vida.  Sin embargo, parece encajar en el último peldaño del escalafón de la inteligencia: “el primer hombre del mundo” según  la expresión de Pascal.

El filósofo jansenista empingorotó hasta  esa cima a Fermat, magistrado de Toulouse y precursor del “cálculo diferencial”. En el borde de una de las páginas del tratado de Diofanto, “Números angulares”, anotó: “He descubierto una demostración verdaderamente notable, pero este margen es demasiado pequeño para contenerla”. Así nació, palpándose Fermat a solas, su  “famoso teorema”.

El matemático inglés Wiles, a punto de cumplir los cuarenta años, (barrera temporal de  la medalla Fields) creyó dar con la solución del teorema. El tribunal de la Medalla estaba dispuesto a premiar su hazaña pero unos estudiosos hallaron en su tesis “fallos” que invalidaban  su demostración. Cuando puso parche al pinchazo era demasiado tarde.

Nadie sabe cuál es el oasis de sencillez donde está hoy este otro “primer hombre del mundo”, el  “genial” Grothendieck que tanto inspiró a Wiles. Se ha llegado a decir que, en Toulouse, este nieto de rabino e hijo de combatiente en las brigadas internacionales de la guerra civil española, habría tenido una aparición de la Virgen María. Él, como Perelman, de una forma  “heterodoxa, gratuita, inesperada y original”  envió copias de su último libro (manuscrito pero no editado)  a un reducido número de bibliotecas. Pero  prohíbe que la referencia del libro figure en ficheros y catálogos.  Acepta “desde la pena que le es propia”  que su obra pueda ser consultada únicamente por el lector que lo reclame como si buscara  a su Novia.

Perelman ganaba menos de cien dólares por mes en  San Petersburgo. Era su salario de matemático en el Instituto Steklov. Ahora, tras su dimisión, vive como los pájaros que el cielo alimenta sin regímenes y los árboles que florecen sin farolillos.

El millón de dólares del Instituto Clay (por la “conjetura de Poincaré”)  y los 18.000 dólares de la  medalla Fields no parece que pudieran servirle en su reino de oso y miel. “No necesito ayuda para hacer lo que me gusta: oír a ciertos  solistas de ópera o buscar setas.”

Se  atribuyen  a Pelerman “desde la pena que le es propia” estas últimas palabras antes de desaparecer en su oasis de sencillez:

“Cuando no era conocido podía decir cosas desagradables sobre mi profesión. Muchos toleran a los que no son honestos. No formaré parte de un grupo donde se pueda convivir con  gentes más o menos honradas. Nunca seré un perrito faldero”.

F. Arrabal, París., III-MMVII

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