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autre arrabalesque: « mais , merdre alors, quel besoin d’être athée  puisque Dieu n’existe plus?  « pero , hostias Pedrín, ¿qué necesidad de ser ateo puesto que Dios ha dejado de  existir?

« Fando et (y)  Lis »  de FERNANDO ARRABAL… « la violence déguisée en amour dans la société décervelée » (la violencia disfrazada de amor en la sociedad descerebrada)

Julio Castro – La República (española) Cultural

« …entre el absurdo y la dura realidad que se esconde tras la circunstancia  que mostramos, así se vive esta obra genial de Fernando Arrabal, donde todo es más árido que como cabía pensar, o más falsamente sincero que todo lo que pensamos vivir. “Nadie pregunta nada, todo le mundo está demasiado atareado tratando de engañarse a sí mismo”; de esta manera expone Lis la crudeza que a ella misma le atañe, pero a la vez trata, indirectamente, de que el propio Fando se percate del daño que genera su personalidad en ella, mientras todo parece una vida maravillosa y de encanto, creada entorno ala miseria y a la necesidad de llegar a un lugar que es su destino.

Y me encuentro dividido entre el infinito viaje a Ítaca de Kavafis, que sí tiene un punto final, y el Godot de Beckett, porque en la obra y en este montaje de la compañía La Tarada, los personajes logran transmitirnos la división entre el deseo de vivir nuestra dura realidad, travistiéndola de absurdos, y llegar a ese Tar que promete ser mejor, pero que en realidad es el final del camino. El lugar en el que reposar: sin remedio.

A través de la violencia de género, introducida sutilmente a veces, abruptamente en otras ocasiones, encontramos espacios diferentes en sus personajes, y separación las escenas y momentos, porque Lis (Laura Garmo) es un mundo, interferido por su agresor, del que depende: Fando (Guillermo Pardo). Pero a su vez, ambos constituyen un mundo en el que otros personajes infieren la posibilidad de la evasión, la locura que se deriva de su interacción, la duda entre el pasado y el presente (de dónde viene el viento, que quiere saber Mitaro -Paloma del Campo-, o hacia donde va, que se pregunta Namur -Victor Antona-), la dicotomía entre la coherencia y la pérdida del valor de la realidad (es decir, la diferencia entre Mitaro y Namur respecto de Toso -Filippo Velardita-).

Estamos viendo a una sociedad enferma, paralizada en su descerebrado caminar hacia la nada, que observa la manera en que la violencia se manifiesta libremente, mientras sólo observan, o, cuando analizan, lo hacen desde la evidente locura que ocupa el espacio de la razón. Así se muestran los tres personajes de Arrabal, en este caso en manos de Laura Garmo, que también dirige la puesta en escena: el apunte a un mando loco representado por un Napoleón, la locura de la razón que representa un Sherlock Holmes ajeno a la cordura, y la evidencia de un doctor con bata blanca, que no puede sanar a nadie, tan sólo constatar su visión de los hechos, a los que nadie atiende salvo para oponerse.

El modo en que se expone la apariencia de los personajes es importante, porque es la manera en que su directora y la compañía ven a los de Arrabal, en definitiva, cómo se actualiza la visión de una obra de 1955, más de medio siglo después, con un panorama en el que la actualidad y el punto de mira sobre la violencia de género es mayor, mientras que la inacción social viene a ser casi la misma. Así, esta Lis es mujer muy yacente, extremadamente postrada, incluso en el tono que utiliza, dejando clara la imposibilidad de sobreponerse a la violencia que sufre. En tanto que el Fando que nos presentan, me recuerda mucho al viejo personaje de Li’l Abner, dibujado por Al Capp, y que en este país la mayoría no conocerá, porque ese tipo de historias gráficas no entraban en su época (desde los años ’30 hasta los ‘70), y sin embargo aquí tenemos a ese muchacho embrutecido, que trata mal a la mujer, que se idolatra a sí mismo porque cree hacer todo bien, pero al que embelesan las palabras ajenas, porque no las comprende pero le suenan bien. Un ser de una sola nota, ni siquiera un acorde, al que si se contradice, se le acaba la música, pero si se le da cuerda puede quedar fácilmente en evidencia. Es el personaje de Capp, el personaje de Arrabal, y ahora el de Garmo.

La compañía, como el autor en su momento, no se limita a prestarse al juego de la violencia, sino que hacen una especie de ofrenda al público para que vea crudamente, la manera en que la violencia se envuelve en dulzura y cariños.

Si hay mundos separados entre personajes y situaciones que confluyen al final, hay espacios distintos, uno que discurre lentamente, casi paralizado, pero que no se detiene: el que corresponde al espacio de Fando y Lis, que involuciona en cada escena hacia una esclavitud cada vez más agresiva y violenta, hacia el punto de no retorno. Sin embargo se crea un evidente contraste con la aparición de los “personajes del paraguas”, donde todo es acelerado, todo es intercambio de palabras y contrastes, que, por otra parte, no conducen nunca a ninguna parte.

Explica la compañía que para ellos el destino de Tar es el de la felicidad, y pese a su gran trabajo, voy a diferir completamente, porque esa felicidad creo que se encuentra en buscar un camino alternativo, el que no conduce a Tar, el de la lucha del momento, el de la satisfacción de crear tu propio camino y compartir momentos, frente al de seguir la vía en pos de la utopía creada por otros: es el de la propia utopía, la que tenemos que construir. Y en esos caminos nos encontraremos siempre, frente a quienes quieren destruir cada paso con la violencia física o con la agresión del engaño y la explotación.

Yo recomiendo que cada cual vaya, para ser capaz de extraer su propia nota al pie de página, y también de exportar sus propias conclusiones y aplicarlas. Tras un fugaz estreno han tenido que salir a otras ciudades: veremos si les dejan regresar. De momento, encontrar que una mujer dirija este texto sobre violencia de género, casi sesenta años después de que lo escribiera su autor, dice mucho de la sociedad, pero también de la fortaleza que ellas han sabido tener… »