LEER (LA REVISTA DECANA DE LIBROS Y CULTURA)

ARRABAL, DALÍ, PICASSO

Un fes­tín de teatro

Anto­nio Valero (Picasso), y Roger Coma (Dalí) en el mon­taje de ‘Dalí ver­sus Picasso’ de Juan Car­los Pérez de la Fuente (Foto: Javier Naval / Teatro Español).

Fer­nando Arra­bal ha vuelto a los esce­nar­ios españoles. Aunque su figura nunca ha dejado de estar pre­sente, ahora cobra actu­al­i­dad con el mon­taje de Dalí ver­sus Picasso, en las Naves del Español/Matadero de Madrid. Per­manecerá en car­tel hasta el próx­imo 16 de marzo, dirigido por Juan Car­los Pérez de la Fuente, y con sober­bias inter­preta­ciones de Anto­nio Valero, en la piel de Picasso, y Roger Coma en la de Dalí, acom­paña­dos por Irina Kou­ber­skaya y Juli­eta Car­di­nali que dan vida, respec­ti­va­mente, a las voces en off de Gala y Dora Maar. Para­le­la­mente, la edi­to­r­ial Oportet pub­lica el texto de la pieza en edi­ción de Pol­lux Hernúñez. El teatro com­pleto de Arra­bal ha apare­cido en 2009 en dos grue­sos volúmenes en Ever­est, a cargo de Fran­cisco Tor­res Mon­real. Por otro lado, el lec­tor puede acceder a edi­ciones críti­cas de algu­nas de sus piezas como El cemente­rio de automóviles y El Arqui­tecto y el Emper­ador de Asiria, preparada por Diana Tay­lor, en Cát­e­dra, y en este mismo sello se encuen­tra Pic-Nic, El tri­ci­clo y El laber­into, de la mano de Ángel Berenguer.

A sus más de ochenta años, el het­ero­doxo escritor melil­lense afin­cado en París desde 1955 con­tinúa dando mues­tra de una enorme vital­i­dad, como se apre­cia en esta obra, escrita recien­te­mente, y de sus insoborn­ables señas de iden­ti­dad per­son­ales y lit­er­arias, a las que no son aje­nas la provo­cación, si bien no es este ele­mento el que le ha con­ver­tido en un nom­bre mayor de la lit­er­atura española del siglo XX, espe­cial­mente en el ámbito teatral, y le ha hecho acree­dor de incon­ta­bles dis­tin­ciones como el Gran Pre­mio de Teatro de la Acad­e­mia Francesa, o la Legión de Honor, entre otras. Su vocación teatral es muy tem­prana, como él mismo ha con­fe­sado, pues ya en su infan­cia con­struye un teatrillo casero, escribe, e incluso inter­preta, según nos cuenta en su nov­ela auto­bi­ográ­fica Baal Babilo­nia (Libros del Innom­brable): “Al prin­ci­pio, ponía muchos per­son­ajes. Luego las hacía con pocos, y, así, podía mover­los sin que tropezaran. Lo con­struí en Villa Ramiro con una caja de cartón. El inte­rior qued­aba ilu­mi­nado con dos velas dis­im­u­ladas. Al prin­ci­pio ponía muchos dec­o­ra­dos pin­ta­dos en cada pieza. Yo hacía todos los pape­les cam­biando de voz. Luego, en Madrid, hice un teatro de madera”.

El teatro de Arra­bal, de for­mi­da­ble riqueza imag­i­na­tiva, hunde sus raíces en el pro­pio nacimiento del teatro en Gre­cia, aso­ci­ado a los ritos dion­isi­a­cos y a su condi­ción catár­tica, bebe de numerosas fuentes y movimien­tos, como el sur­re­al­ismo o el postismo, y conecta con lo más inno­vador e impac­tante de la escena con­tem­poránea (Gro­towski, Peter Brook y espe­cial­mente Artaud). En 1962 funda en París, junto a Ale­jan­dro Jodor­owsky y Roland Topor, el Grupo Pánico, que se inspira en Pan, dios de la nat­u­raleza sal­vaje y el desen­freno, rela­cionado con Dion­isos.  Autor pro­lí­fico y ver­sátil, su obra se despl­iega no solo en el teatro, sino tam­bién en la nov­ela, el ensayo, la poesía, los libre­tos operís­ti­cos y hasta en la pin­tura y el cine.

En Dalí ver­sus Picasso, Arra­bal real­iza un autén­tico tour de force al con­ce­bir a los dos genios de la pin­tura en un tan afi­lado como feroz com­bate dialéc­tico, de per­files sur­re­al­is­tas e icon­o­clas­tas, un punto diver­tido y bru­tal desen­lace. Esgrima ver­bal entre dos fuertes per­son­al­i­dades con­tra­pues­tas, donde se entremez­clan la mutua admiración, los rece­los, y las diver­gen­cias per­son­ales, artís­ti­cas e ide­ológ­i­cas, planteada de man­era honda y com­pleja, en abso­luto sim­pli­fi­cada, ya que cada con­ten­di­ente posee sus razones.

El encuen­tro, ribeteado con las voces, no la pres­en­cia, de Gala y Dora Maar, mujeres y musas de cada uno de ellos, se cel­e­bra, como especi­fica Arra­bal al comienzo del texto, en “la noche del jueves 29 de abril de 1937 en un gran salón destar­ta­l­ado de París. En medio del salón, el lienzo pin­tado por Dalí tres meses antes de la Guerra Civil: Con­struc­ción blanda con judías hervi­das (pre­moni­ción de la Guerra Civil) de 100 x 99 cm.; el título del cuadro, escrito por el pro­pio Dalí con letras enormes, cuelga del techo. Muy al fondo, y detrás del cuadro de Dalí, Guer­nica, el óleo sobre lienzo de Picasso de 349 x 776 cm.”. Pre­cisa­mente sobre estas dos emblemáti­cas y céle­bres pin­turas, su sig­nifi­cado y gestación, hablan tam­bién sus autores en este diál­ogo de alto voltaje y bril­lante estilo. Y, en el epi­cen­tro, la trage­dia de la guerra frat­ri­cida del 36, esa “escabechina española”, en pal­abras de Dalí, en la que el cain­ismo, el fatal y dev­as­ta­dor espíritu guer­racivilista y los odios ances­trales se enseñorean sem­brando de cadáveres y san­gre las tier­ras de España.

Juan Car­los Pérez de la Fuente, que siem­pre ha reivin­di­cado la dra­matur­gia arra­balesca y que ya montó El cemente­rio de automóviles y Carta de amor (como un sup­li­cio chino), firma un mon­taje lla­mado a con­ver­tirse en uno de los platos fuertes de la tem­po­rada. Una prop­uesta en el que la pal­abra se incar­dina per­fec­ta­mente con efec­tos visuales y sonoros, pre­si­dida por una gigan­tesca pan­talla donde se refleja e inter­ac­túa con los per­son­ajes Barra­bal, el macho cabrío picas­siano, frente a la casti­dad del pin­tor ampur­danés. Un fes­tín de teatro como cer­e­mo­nia catár­tica, una puesta en escena deslum­brante de un texto que no lo es menos.

CARMEN R. SANTOS