… ce premier samedi de l’an 2019 (le 5 janvier, v) a eu lieu une « tertulia » avec une superbe homélie de Thierry Foulc (RHSM du Collège de ‘Pataphysique);

…comme traditionnellement, nous avons fêté l’épiphanie et réalisé la première photo de groupe;

…nous avons évoqué les énigmes de « JACQUES VACHÉ » et du « troisième manifeste surréaliste »;

… nous avons consacré le « tohu-bohu »a la place du caos (que Pirandello a transformé en « caso », « azar » et « acaso ») ;

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En español y en francés:

Fernando Arrabal: El cementerio de los automóviles

Fernando Arrabal, frente a varios vehículos quemados durante los últimos disturbios en París.

Manifiestamente suceden continuamente acontecimientos en torno mío que muestran, y que hasta a veces demuestran, el sistemático y cotidiano tohu-bohu después del Big Bang y el Génesis. No diré que instan a celebrar la ceremonia de una confusión que aparece ya como demasiado brutal y detestable desde una visión «cultural». Especialmente después de la declaración del premio Nobel de 1934, Pirandello, en Agrigente: es mejor referirse al «caos».Y aún mas elegantemente al «kaos». ¡Sufrido pagano Dalí!

Manifiestamente me digo a veces (absurdamente) que si hubiera vivido con los vegetarianos Eva y Adán les habría sorprendido haciendo ascos para no comer serpientes.

Manifiestamente en la Ville Lumière quien demasiado abraza apaga aún peor. Desde hace casi medio siglo habito en la calle Jouffroy d’Abbans «la mas ancha de París: por unos centimetros no es una avenida». Precisamente asistí «al dîa siguiente» de la misa del Papa en el próximo Bois de Boulogne (exactamente en un hipódromo conocido por las apuestas). Me llamó la atención la multitud de pasquines por los suelos en semejantes caminos del bosque, la cantidad y el desbordamiento de las improvisadas cabinas de los váteres y me sorprendió la prorrata de preservativos abandonados. Para Mandelbrot todo aparece tan relativo que si viviéramos 90 millones de años Matusalén ¿habría muerto de pantalón corto?

Manifiestamente los triunfos deportivos también suceden a unos minutos de mi casa y los suelo visitar… después del «acontecimiento». Especialmente los futboleros. Debido a la cabinera de los arrechuchados manifestantes me pregunto si no es probable que ¿solo se pueda domesticar al mareo en «alto acontecimiento» nadando en una piscina «cinco estrellas»? Manifiestamente al más pacífico «acontecimiento» anual suelo visitarlo muy temprano en la mañana de julio. Precisamente un domingo, móvil en ristre; ya. Es el día de la llegada del «tour de France». A primera hora están ya instalados los más fervientes que se dividen en dos clanes nada antagónicos: los hinchas de la nación vencedora y los entusiastas del ciclismo en general. Todos llevan atuendos: tabardos, «blàzeres», chambergos, entorchados o cachuchas a la gloria del país o del equipo que debería vencer. Como si la famosa ceremonia ¿lo hubiera dejado todo atado y bien atado con su rigor matemático?

Manifiestamente por lo menos desde las 8 de la mañana (llueva o haga un sol mauritaniano ) hasta las 5 de la tarde se espera estoicos a la aparición de los primeros ciclistas. También abundan las personas que se dedican a vender toda clase de chucherías más o menos ciclistas. E incluso feligreses que predican por un mundo mejor o una causa final que llevara a la paz universal entre pobres y ricos. Me encanta también ver a ciertos aficionados de esto o de lo otro ahorrando como rockefellers para llegar a tener su propio tesoro.

Manifiestamente el domingo 2 de diciembre de tres a cinco de la tarde, recorrí las avenidas de la Grande Armée y Kléber, los Campos Eliseos y la plaza de la Estrella. Parecía imposible (e inaudito) que cien mil personas en toda Francia (según los cálculos mas respetables) hayan creado tanto «cementerio de coches» en «mi» barrio de París. Pero ninguno, por ejemplo en el rastro de St. Ouen donde como todos los domingos visité unas horas antes, encantado, a mis amigos africanos. ¿Cómo es posible que, ni de lejos ni de cerca, en los barrios más tórridos de la zona no hayamos visto, ni mis amigos ni yo a ningún manifestante? A no ser que ¿había manifestantes de doble lenguaje e invisibles como los agujeros negros del espacio?

Manifiestamente mi hija («mi» fotógrafa) y yo tuvimos que disculparnos con muchos de los curiosos que se preguntaban, escandalizados, si no estábamos fotografíando para reírnos de los propios damnificados (o hasta quemados) comerciantes. «O con la deslumbrante ineficacia de las estrellas» pretendió un fakir que solo era capaz de interesar a su cama de clavos. Manifiestamente aquel 2 de diciembre las televisiones nacionales a semejantes horas ya habían hecho su labor. Y los periodistas también. Pero la mayoría de las televisiones extranjeras estaban allí y disponían de periodistas que hablaban francés y que al parecer nunca habían oído hablar (con razón) del teatro pánico. Por ejemplo la televisión danesa me preguntó lo que pensaba de la declaración de uno de los líderes de los manifestantes que habría proclamado que deseaba «un militar, un general a la cabeza del gobierno». Suponiendo que el periodista había comprendido mal le hice repetir y entonces me aclaró que el «líder manifestante» ambicionaba «que la solución fuera una junta militar para ejercer el poder». Una de las televisiones italianas tenía una periodista que con tino sorpresa y altruismo me preguntó por mi carta al general Franco. Incluso el más político y puntual de los «serial killers» ¿puede matar al tiempo?

Manifiestamente lo más especial ocurrió, aquel dîa, con la TVE cuyo cameraman francés sí que quería conocer a toda costa mi opinión, pero la periodista española se lo negó reiteradamente (y yo creo que con toda la razón del mundo) . Contrariamente para «no distraerme». algunos de sus generosos y acogientes colegas que, incluso como Buenafuente, sigue amenazando a mis compatriotas con realizar una emisión sobre mi modesta persona. El porvenir radiante de la luciérnaga ¿es más esplendoroso que su pasado mas brillante?

Manifiestamente el domingo 9 de diciembre nos preparamos con «mi “ fotografa leyendo titulares : “La France retient son souffle” “Jusqu’ou?” “Haute tension” “Y’a le feu” “Samedi noire”». En la calle Jouffroy d’Abbans precisamente el mismo sábado a las 19:14 un pequeño gupo joven armado de una veintena de adoquines , recorrió los ciento catorce números de la calle en pocos minutos, y destruyó los cristales de los bancos y los de algunas tiendas (entre ellas una «miroiterie»). El domingo ni esta calle ni en ninguna otra que visité vi ningún coche o moto incendiado. Algunos por teléfono, muy pocos, quisieren saber hasta que punto mi obra de teatro el «El cementerio de automóviles» (e incluso mi película con Bashung) está o estuvo relacionada con la actualidad. Obra que escribí en el Sanatorio de Bouffement hace 63 años. La verdad es que Pan con su infinita omnisciencia me ha provisto de muchos y altruistas privilegios como al resto de mis compatriotas o colegas. Pero, desgraciadamente, aún no me ha dado con el don de poder prever el porvenir de lo que humildemente escribo. ¿El elefante es más apto que la pulga para constatar su insignificancia?

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En francés:

«Le cimetière des voitures»

Évidemment autour de moi se produisent sans cesse des événements qui montrent, et qui même parfois démontrent, le systématique et quotidien tohu-bohu après le Big-Bang et la Genèse. Je ne dirai pas qu’ils poussent à célébrer la cérémonie d’une confusion qui apparaît déjà comme trop brutale et détestable d’un point de vue «culturel». Particulièrement après la déclaration du prix Nobel 1934, Pirandello, à Agrigente: «il vaut mieux employer le terme Chaos». «Et, avec encore plus d’élégance, Kaos». Dali, martyr païen!

Évidemment je me dis parfois (absurdement) que si j’avais vécu avec les végétariens Ève et Adam, je les aurais surpris faisant une grimace de dégoût pour ne pas manger de serpents.

Évidemment dans la Ville Lumière qui trop embrasse éteint pis encore. Depuis presque quarante ans j’habite dans la rue Jouffroy d’Abbans, «la plus large de Paris: pour une question de centimètres ce n’est pas une avenue!». Précisément j’ai assisté au «lendemain» de la messe papale au Bois de Boulogne proche de chez moi (plus exactement dans un hippodrome connu pour ses paris). J’ai été frappé par la multitude de tracts jonchant de telles allées, la quantité et les débordements des sanitaires improvisés, et surpris par l’abondance des préservatifs abandonnés. Pour Mandelbroot tout paraît-il si relatif que si nous vivions 90 millions d’années Mathusalem serait mort en culottes courtes?

Évidemment les hauts faits sportifs ont lieu eux aussi à quelques minutes de chez moi et j’ai pour habitude de leur rendre visite… après l’«événement». Particulièrement aux footballistiques. Étant donné la houle due à la foule trop compacte des manifestants, je me demande s’il n’est pas probable qu’on ne puisse surmonter le mal de mer lors d’un grand «événement» qu’en nageant dans une piscine cinq étoiles?

Évidemment j’ai l’habitude de rendre visite au plus pacifique «événement annuel» très tôt dans la matinée de juillet. Précisément un dimanche (portable à portée de main; déjà). C’est le jour de l’arrivée du «Tour de France». Dès potron minet les plus fervents sont déjà installés, qui se divisent en deux clans nullement antagonistes: les fans de la nation gagnante et les enthousiastes du cyclisme en général. Tous portent différentes tenues: gilets, blazers, casaques, parements, casquettes à la gloire du pays ou de l’équipe qui devrait gagner. Comme si cette célèbre cérémonie avait tout laissé ficelé et bien ficelé par sa rigueur mathématique?

Évidemment au moins dès 8 heures du matin jusqu’à 5 heures du soir on attend stoïquement l’apparition des premiers cyclistes. Il y a aussi une foule de gens qui s’emploient à vendre toutes sortes de babioles plus ou moins en rapport avec le cyclisme. Et même des paroissiens qui prêchent pour un monde meilleur ou une cause finale qui mènera à la paix universelle entre riches et pauvres. J’aime beaucoup voir aussi certains amateurs de ceci ou cela économiser comme des rockfellers pour parvenir à disposer de leur propre trésor.

Évidemment le dimanche 2 décembre de trois à cinq heures du soir j’ai parcouru les avenues de la Grande armée et Kléber, les Champs Elysées et la place de l’Étoile. Il semblait impossible (et inouï) que cent mille personnes dans toute la France (selon les calculs les plus respectable) aient créé un tel «cimetière des voitures» dans «mon» quartier. Mais aucun, par exemple, aux Puces de Saint-Ouen, où, comme tous les dimanches j’avais rendu visite, avec grand plaisir, quelques heures auparavant, à mes amis africains. Comment est-ce possible que, ni de près ni de loin, dans les quartiers les plus torrides de la zone, nous n’ayons vu, ni mes amis ni moi, aucun manifestant? À moins que, y avait-il des manifestants au double langage et invisibles comme les trous noir de l’espace?

Évidemment ma fille («ma» photographe) et moi avons dû nous excuser auprès de nombreux curieux qui se demandaient, scandalisés, si nous n’étions pas en train de nous moquer des commerçants mêmes, dommagés (voire brûlés). «Ou avec l’éblouissante inefficacité des étoiles» prétendit un fakir qui n’était capable d’intéresser que son lit à clous.

Évidemment ce 2 décembre les télévisions nationales à ces heures-là avaient déjà fait leur travail. Et les journalistes aussi. Mais la plupart des télévisions étrangères étaient sur place et disposaient de journalistes qui parlaient français et qui, semblait-il, n’avaient jamais entendu parler (à juste titre) du théâtre panique. Par exemple, la télévision danoise m’a demandé ce que je pensais de la déclaration de l’un des manifestants qui avait proclamé souhaiter «un militaire, un général à la tête du gouvernement». Supposant que le journaliste avait mal compris je l’ai fait répéter et alors il m’a précisé que le «leader manifestant» aspirait à ce que «la solution soit une junte militaire qui exerce le pouvoir». Une des télévisions italiennes avait une journaliste qui avec adresse surprise et altruisme m’a questionné à propos de ma lettre au général Franco. Même le plus politique et ponctuel des serial killers, peut-il tuer le temps?

Évidemment le plus particulier s’est produit, ce jour-là, avec la TVE dont le cameraman français, lui, voulait à tout prix connaître mon opinion, mais la journaliste espagnole le lui a refusé à plusieurs reprises (et je crois avec la meilleure raison du monde). Contrairement, pour «ne pas me distraire», à certains de ses généreux et accueillants collègues. Ou à Buenafuente qui continue à menacer mes compatriotes de réaliser une émission sur ma modeste personne. L’avenir radieux de la luciole est-il plus splendide que son brillant passé?

Évidemment le dimanche 9 décembre nous nous préparons, ma «photographe» et moi à lire des manchettes; «La France retient son souffle», «Jusqu’où?», «Haute tension», «Y’a le feu», «Samedi noir». Dans la rue Jouffroy d’Abbans précisément ce même samedi à 19 heures 14′ un petit groupe de jeunes armés d’une vingtaine de pavés a parcouru les cent quatorze numéros de la rue en quelques minutes, brisé les vitrines des banques et celles de quelques boutiques (entre autres une miroiterie-vitrerie). Dimanche ni dans cette rue ni en aucune autre visitée je n’ai vu une seule voiture ou moto incendiée. Quelques-uns par téléphone, très peu, ont souhaité savoir jusqu’à quel point ma pièce «Le cimetière des voitures» (et même mon film avec Bashung) a ou a eu un rapport avec l’actualité. Pièce que j’ai écrite au sanatorium de Bouffémont il y a 63 ans. À vrai dire Pan dans son infinie omniscience m’a doté de nombreux et altruistes privilèges comme au reste de mes compatriotes et collègues. Mais malheureusement il ne m’a pas accordé le don de pouvoir prévoir l’avenir de ce que, humblement, j’écris. L’éléphant est-il plus apte que la puce à constater son insignifiance?

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